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Las Apariciones

El 24 de junio de 1981, día de San Juan Bautista, dos amigas de 16 años llamadas Ivanka Ivankovic y Mirjana Dragicevic, estaban dando un paseo tras las casas de Bijakovici, por la falda de una colina llamada Podbrdo (a un kilómetro de la parroquia de Medjugorje). De pronto, Ivanka vio la figura resplandeciente de una mujer. Y maravillada exclamó: “Mira la Gospa (Señora)”. Pero Mirjana no le creyó.

Instantes después, se encontraron con Milka Pavlovic, una chica de 13 años, que al verlas las invitó a recoger las ovejas que pastoreaba. Ivanka, no pudiendo contenerse, les suplicó a las amigas que la acompañaran nuevamente al Podbrdo para ver si aún estaba la figura resplandeciente. Las chicas asintieron incrédulas. Una vez que llegaron a la colina, Mirjana y Milka vieron claramente a la Virgen. Mirjana ha descrito que la Mujer lucía un vestido que no correspondía a la época y que tenía un niño en brazos. Por su parte, Ivanka se convenció que de que la Mujer era la Virgen María.

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Otras chica, Vicka Ivankovic, quien había salido en busca de sus amigas, las divisó en el Podbrdo, percatándose que tenían la mirada fija en un punto determinado, cuando Vicka las alcanzó, Mirjana le señaló hacia arriba y le dijo: ¡Mira, la Gospa! Vicka no miró, tomó sus zapatillas y salió corriendo del lugar. Al llegar a las primeras casas del poblado, Vicka se echó a llorar, pues no podía creer que sus amigas bromearan de esa manera sobre la Virgen. Lloraba todavía, cuando se les acercaron dos chicos: Ivan Ivankovic, de 20 años, e Ivan Dragicevic, de 16 años. Vicka les contó a los joven lo ocurrido en la colina y les suplicó que la acompañaran de regreso al sitio. De esta manera, los tres jóvenes se pusieron en marcha hacia la colina y al llegar, vieron la figura de la mujer resplandeciente. Asustado, Iván salió corriendo.

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Vicka vio a una joven con vestido planteado, cabellos negros ondulados, con un velo blanco. En torno a su cabeza vio una corona de 12 estrellas, la cual no estaba sustentada por nada. La Mujer tenía en sus brazos a un niño al que cubría y descubría con su velo. Sus pies cubiertos por su vestido se posaban sobre una nube que flotaba sobre la tierra.

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La Virgen hizo seña a los jóvenes para que se acercaran, obedecieron muertos de miedo. Cuando la Virgen se fue. Vicka y Milka regresaron corriendo a la casa de la familia Pavlovic, donde encontraron a la hermana mayor de Milka, Marija y le relataron su experiencia en el Podbrdo. Así la noticia corrió entre los familiares de los videntes, quienes entre el asombro y desconcierto, intentaron calmar y hacer razonar a los videntes. Les decían: ¡No digan cosas de ese tipo, a la Gospa se le respeta” y los enviaban a confesarse.

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Segundo día. 25 de junio.
Al mediodía, un pequeño grupo de familiares propuso a algunos de los jóvenes acompañarles esa misma tarde al mismo lugar y a la misma hora. A eso de las seis de la tarde, Ivanka, Vicka, Mirjana e Ivan Dragicevic y un grupo de familiares y vecinos se encaminaron hacia el Podbrdo. De pronto Ivanka se volvió y dijo: ¡Miren, la Gospa! La vieron las tres chicas, Ivan y una mujer que al darse cuenta que la Virgen les hacía seña a los chicos para que se acercaran hacia Ella, exclamó: ¡Miren Corran, los llama!.

Vicka se fue corriendo al pueblo a buscar a Marija, quien se encontraba con Jacov Colo, de 10 años y primo de Mirjana. Vicka les dijo: ¡Venid, venid, daros prisa, la Gospa está allí arriba!

Según contaron los chicos, ellos vieron una especie de rayos o flashes de luz sobre el monte, tres para ser exactos, tras los cuales sintieron un impulso muy fuerte de subir a lo alto de la colina. Según los testigos, los seis chicos iban tan deprisa que “parecían volar sobre las piedras, como si tuvieran alas en los pies”, a una velocidad imposible de seguir.

Unos minutos más tarde, los familiares y demás personas que les acompañaban llegaron al sitio donde los seis chicos están de rodillas. Pero no respondieron a sus llamadas, no se inmutaban ante sus gritos, no se movían ante sus empujones. Los intentaron mover, pero sus cuerpos estaban rígidos y pesados. Lo único que hacían era mover los labios, como si hablaran, pero no emitían sonidos. Movían la cabeza, como asintiendo o negando. Según los testigos de ese día, los rostros de los chicos se tornaron “radiantes”, y sus sonrisas abiertas se mezclaban con lágrimas de alegría.

Treinta minutos después, los chicos recobraron la percepción del espacio y del tiempo. No eran capaces de hablar, se abrazaban y gemían entre llantos y risas.


Según contaron ese día vieron a la Virgen María sin el niño. Era indescriptiblemente bella, sonriente y alegre, y cuando estuvieron ante ella, como a una distancia de uno o dos metros comenzaron a rezar simultáneamente. Primero, un Padrenuestro, luego un Avemaría y después un Gloria. La primera vez que oyeron su voz fue al acompañarles en el rezo de las oraciones del Padrenuestro y el Gloria, pero guardó silencio cuando los niños rezaron el Avemaría.

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Según los videntes, la voz de la Virgen es “indescriptible, como una melodía” de un instrumento que no se han oído jamás.

Después de rezar, algunos de los chicos se atrevieron a hablar con ella, siendo la primera Ivanka, quien le preguntó si podría ver a su madre, fallecida dos meses atrás. La Señora le contestó que sí la vería, pero no en ese momento, sino más adelante, y que no se preocupara, pues su madre estaba con ella. Mirjana pidió entonces alguna señal para que sus familiares y amigos les creyesen, ante lo que la Señora se limitó a sonreír.

A los pocos minutos la Virgen se despidió diciendo: “Dios esté con vosotros, mis ángeles”. Los niños le preguntaron si la verían el día siguiente, y ella contestó que sí asintiendo con la cabeza.

Curiosamente, a ninguno se le ocurrió esa tarde preguntarle quien era, pues daban por hecho que era la Virgen María. Esto sorprendió mucho a sus familiares.

Esa tarde, los niños estaban de nuevo radiantes, y tanto sus relatos como los de los testigos corrieron como la pólvora por todo el valle de Medjugorje. Muchos se acostaron ese día deseando subir, a la tarde siguiente, a la que comenzaron a llamar la Colina de las Apariciones.

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Tercer día. 26 de junio
La mañana era nublada y había amenaza de tormenta, no solo de lluvia contra la tierra, sino de intranquilidad que amenazaba con destruir la calma en la que vivían los habitantes de Medjugorje. Los familiares de los niños estaban asustados, pero al mismo tiempo estaban convencidos de que contaban la verdad.

La abuela de Vicka le aconsejó llevar esa tarde al monte un frasco con agua bendita, para ahuyentar a la visión en caso de no ser quien decía que era y se marchase al infierno o al lugar de donde hubiera salido.

Pasadas las cinco de la tarde, los seis chicos, más los dos del primer día, se encaminaron hacia el mismo lugar, pero ya en esta ocasión, quienes les acompañaban superaban los tres centenares de personas, es decir, casi todos los habitantes en el valle.

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Al ver aquella multitud, los niños sintieron temor por lo que pudiera ocurrir si la Virgen no aparecía. No obstante, la aparición no se hizo esperar. Nuevamente, los flashes de luz fue la señal premonitoria, y de nuevo, los seis chicos del día anterior salieron a la carrera. Quedaba de esta manera conformado el grupo de videntes: Vicka, Mirjana, Ivanka, Marija, Ivan y Jakov.

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Cuando los testigos llegaron tras ellos, de nuevo se encontraban como ausentes de la realidad, fuera de toda experiencia de tiempo o sensación. Sus caras estaban alegres y sonrientes, de una forma llamativa y solo se oían sus voces cuando, de forma simultánea y sin avisar, comenzaban a rezar.

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Antes de que la gente llegara Vicka cogió el agua bendita y se la tiró a la imagen, mientras le gritaba: “Si tú eres nuestra Madre bendita, quédate con nosotros. Si no, vete y déjanos en paz”. La reacción de la mujer fue sonreír, ante lo que Mirjana decidió preguntarle quien era. “Soy la Bienaventurada Virgen María”, contestó. Cuando los chicos volvieron a reaccionar, ya rodeados por multitud de personas que amenazaban con aplastarles, decidieron descender del monte rumbo a su casa, y para su sorpresa encontraron a Marija llorando desconsolada en un pequeño claro entre los matorrales. Al parecer, Marija sintió de nuevo aquella “llamada” cuando aún estaban en lo alto, y descendió del monte sin que nadie hubiese notado su ausencia.

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Según contó más tarde Marija, la Virgen María se le había aparecido de nuevo, en esta ocasión a ella sola y de una manera muy diferente a la que lo había hecho minutos antes junto a los demás.

Al parecer, la Virgen ya no vestía esa túnica azul grisácea con su velo blanco, sino que iba de negro y lloraba muy apenada. Cuando Marija, presa de la congoja, le preguntó por qué lloraba, la Virgen María dio uno de los mensajes más importantes: “Paz, paz y solo paz”.

En ese momento, apareció detrás de la Virgen una cruz de madera y Ella volvió a hablar: “La paz debe reinar entre el hombre y Dios y entre todos los hombres”. Añadió que los hombres deben volverse a Dios y convertir sus vidas en vidas de oración.

Esto sucedió en un lugar que hoy está señalado con una cruz de madera, en la subida al Podbrdo, entre las esculturas que representan el primer y el segundo misterio gozoso del Rosario.

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El párroco, fray Jozo Zovko, regresó al pueblo ese día. Había pasado la semana en Zagreb atendiendo distintas funciones y cuando volvió, Medjugorje no tenía nada que ver con la aldea tranquila y serena que había dejado seis días antes.
Los niños fueron llevados ante él e interrogados. El padre Jozo Zovko no les creyó y les indicó ser cautos y prudentes, pero siempre siendo respetuoso con ellos. Al fin y al cabo, pensaba que sería cosa de niños, pero esa misma tarde, cuando vio los coches de la policía que llegaban a Medjugorje se asustó y llegó a pensar que los comunistas estaban tramando algo.

Los pormenores de este interrogatorio y de cómo vivió fray Jozo estos días y todo lo demás, lo relata él mismo en una extensa entrevista.

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Este día quedaron consignadas tres de las características de las apariciones de Medjugorje que las siguen acompañando hasta nuestros días: el grupo de seis videntes, las apariciones en grupo o individuales, y los mensajes de la Virgen dirigidos no solo a los videntes o a un ente local, sino a toda la humanidad.


Milka y el otro Ivan, quienes vieron la aparición el primer día pero no regresaron el segundo, nunca volvieron a ver la Virgen. Esa noche Medjugorje había dejado de ser un anónimo y tranquilo pueblo de Herzegovina, y su nombre ya corría de boca en boca por las regiones cercanas de la zona.

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Cuarto día. 27 de junio.
La mañana del sábado comenzaron las hostilidades contra los chicos y sus familias. Las autoridades de Citluk se los llevaron para hacerles un interrogatorio. En realidad no sabían muy bien de qué se trataba lo que andaban contando los niños, pero sí se sabía que estaban provocando revuelo en la zona.
Les sometieron a un interrogatorio “largo y meticuloso” sobre quiénes eran, quiénes eran sus familias, en qué trabajaban, dónde vivían, cómo se conocieron entre ellos y qué era lo que estaban contando esos días que tanto alboroto había levantado entre los lugareños del valle. Los chicos respondieron en todo momento “con simplicidad y sin contradicciones”.

Al terminar el interrogatorio por parte de las autoridades políticas y policiales fueron conducidos al consultorio médico. Este fue el primero de un número incontable de exámenes y análisis a los que los seis chicos fueron sometidos desde 1981. Los niños fueron declarados “perfectamente sanos y equilibrados”.

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Para tranquilidad de sus padres, los chicos regresaron a sus casas a la hora de la comida. Algunos de ellos quisieron prohibirles a los niños subir esa tarde al monte, pero fue imposible detenerlos. Además, en ese día el número de personas que habían acudido a Medjugorje superaba el millar nadie quería imaginarse cómo la multitud hubiera tomado aquello si los padres no les hubieran permitido subir a la colina con ellos. La multitud les esperaba rezando el Rosario. A los chicos, todas estas manifestaciones les extrañaban, pero en el fondo les daba igual todo lo que ocurriese a su alrededor, pues según ellos, ver a la Virgen era como “estar en el Paraíso”.

Al día siguiente, a la misma hora volvieron a ver los rayos de luz y nuevamente cayeron en esa especie de ausencia del tiempo y del espacio.

Según relataron los chicos, después de rezar con ella diferentes oraciones, la Virgen María les habló durante mucho tiempo, ya que los niños no pararon de hacerle preguntas. Ese día, hablando de los sacerdotes, la Virgen María les diría: “Han de creer firmemente, y han de cuidar la fe del pueblo”.

Ese día ocurrió otra novedad, y es que tuvieron otra aparición, todos juntos, al pie del Podbrdo, cuando volvían a sus casas. En esa ocasión la Virgen María les dijo: “No tengáis miedo de nada”, y se despidió de ellos diciendo: “Que Dios esté con vosotros, mis ángeles”.

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Quinto día. 28 de junio.
Este fue el primer día en que las autoridades se asustaron de verdad. Al ser domingo, y no teniendo que trabajar, unas quince mil personas inundaron Medjugorje. Algo estaba pasando que no era normal y se escapaba a la capacidad de control de las autoridades locales.

Al mismo tiempo, el párroco del pueblo se mantenía como ausente y nadie que no viviese en Bijakovici, la aldea de los chicos, sabía muy bien ni qué pasaba ni a quién acudir. Una sensación de miedo mezclada con esperanza confundía a todo el mundo que, sin decir nada, se encaminaba al monte sencillamente siguiendo a la multitud.

Según las notas que fray Ljudevit Rupcic ha dejado, aquella tarde de domingo la masa no dejaba ni si quiera avanzar a los chicos en dirección al monte.
En un momento dado, a la hora de siempre, los niños se arrodillaron de golpe, todos a la vez, y de nuevo se mostraron ausentes.

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Como la multitud se agolpaba contra ellos para verles, se había organizado un grupo de voluntarios que les rodeaba y protegía del tumulto.

Lo que contaron después los chicos es que, de nuevo, la Virgen María rezó con ellos un Padrenuestro, guardó silencio en el Avemaría, y acabó acompañándoles en el Gloria. Después la Virgen María puso un rostro triste, porque al parecer, había gente entre la multitud presente que estaba blasfemando.

Uno de los niños le pidió que se apareciese en la parroquia, ante todo el mundo, pues así podrían creerles: Ella le dijo:“Bienaventurados aquellos que sin haber visto, han creído”, contestó la Virgen María. Luego les pidió que rezaran, y que pidiesen oraciones a todos los demás.

Al terminar aquella aparición, había un estado general de alegría entre los miles de peregrinos presentes, a pesar de haber sido uno de los días de más calor del año y de haber pasado horas al sol, siguiendo a los muchachos.

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Sexto día. 29 de junio.
El lunes por la mañana, de nuevo los niños fueron detenidos por las autoridades. En esta ocasión les llevaron a Mostar, donde un equipo psiquiátrico tenía que examinarles para declarar que eran unos farsantes o unos enfermos.

Las noticias sobre Medjugorje ya habían salido en la prensa local, lo cual era un desafío para un régimen oficialmente ateo, en el que se declara que Dios no existe y en el que, por lo tanto, la Virgen María no tiene cabida en los medios de comunicación ni como figura del Belén.

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Sin embargo, los médicos, entre los que estaba una mujer musulmana, la doctora Dzudza, los declaró normales y sanos de mente y en su informe médico dejó escrito que “los niños no están locos, sino quien les trajo aquí”.
Al mediodía una muchedumbre incontable poblaba el monte y rezaba el Rosario sin importarle el sol implacable ni la presencia de militares.

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La Virgen María les dio a los videntes un mensaje: “Hay un solo Dios, una sola fe. Creed fuertemente y confiad”.

Ese día ocurrieron curaciones físicas entre los muchos enfermos que acudieron allí, de las que en la parroquia se tiene constancia y documentación.

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Séptimo día. 30 de junio.
Este fue el primer día en que las autoridades civiles locales planearon una trampa contra los niños. No sabiendo cómo detener a la gente que iba Medjugorje decidieron utilizar a dos señoras de la aldea que, con la excusa de aliviarles del agobio de la muchedumbre, le propusieron a los niños un paseo en coche.

En la mañana partieron de Bijakovici. Sus casas y el monte ya estaban rodeados de gente, por lo que los chicos sintieron alivio de quitarse aquello de encima, aunque fuese por un par de horas. En la furgoneta iba Ivan, quien se había quedado encerrado en casa.

Sin embargo, el paseo en furgoneta se hizo más largo de lo previsto, y llegó un momento en que los chicos se dieron cuenta de que no estarían a tiempo para la aparición. Trataron en vano de que las mujeres detuvieran el coche. Llegada la hora, los cinco niños cayeron en éxtasis allí, en la cuneta.

Los únicos testigos de esta aparición son las dos mujeres quienes se los habían llevado engañados, quienes atestiguaron que oyeron a los niños cantar y rezar siete veces el Padrenuestro, el Avemaría y el Gloria.

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Y así es como transcurrieron los primeros siete días de apariciones. Los acontecimientos ocurrieron a la misma hora y en el mismo lugar del Podbrdo, hasta el día 12 de agosto, momento en que quedó prohibido oficialmente acceder al monte.

Ese día, el ejército se desplegó en Medjugorje como si se tratase de una guerra. Desplazaron helicópteros, camiones llenos de soldados con perros que patrullaban el monte y sus alrededores y montaron controles de carretera en todos los accesos al pueblo. Pero esto no mitigó el testimonio y el empeño de los chicos, quienes siguieron teniendo las apariciones allí donde se encontraran, ya fuese en los campos, en el otro monte, en sus propias casas y habitaciones.

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Ellos solo sabían, cada día, que cuando faltasen unos veinte minutos para las siete de la tarde, la Virgen se aparecía. Estuviesen solos, en grupos de dos o de tres, o los seis a la vez, todos los días a la misma hora, tenían esa experiencia mística del éxtasis, en que se quedaban ausentes del contexto temporal y sensorial que les rodeaba. A veces veían y oían exactamente lo mismo, y a veces escuchaban cosas diferentes, dirigidas personalmente para cada uno de ellos sin que los otros supiesen que decía la Virgen a los demás.

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Según los videntes, hasta el día de hoy siguen teniendo las apariciones. Con diferente frecuencia unos de otros, pero siendo la misma joven de unos dieciocho años, de una indescriptible belleza y voz maravillosa, la que, como si no hubiese pasado el tiempo para ella, los visita no importa donde se encuentren.

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